Laura Gorre

10 mayo, 2011

Ratos con Marta.

El sol pesa sobre tu piel,
abrasa tu piel.
Se eriza y la ligera brisa de verano que llega con el vuelo de pájaros anónimos la roza suavemente.

Notas que el calor se extiende sin remedio y gotas de sudor aparecen en tu frente.

Huele a verano y sonríes. No tienes los ojos abiertos pero no ves negro.
El rojo anaranjado de los rayos atraviesan los párpados y te hacen partícipe de la alta temperatura que hay en el tejado.

Los ladrillos arden y retiras los pies encima de la toalla.



Realmente es una incómoda posición, pero ¿qué comparable a quemarse relajadamente en la intimidad de un escondite compartido?

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