Desatar las voces, desensoñar los sueños: escribo
queriendo revelar lo real maravilloso, y descubro
lo real maravilloso en el exacto centro de lo real
horroroso de América.
En estas tierras, la cabeza del dios Eleggúa lleva la muerte
en la nuca y la vida en la cara. Cada promesa es una ame-
naza y cada pérdida, un encuentro. De los miedos nacen los
corajes; y de las dudas, las certezas. Los sueños anuncian
otra realidad posible y los delirios, otra razón.
Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo
que somos. La identidad no es una pieza de museo, quiete-
cita en una vitrina, sino la siempre asombrosa síntesis de las
contradicciones nuestras de cada día.
[...]
"El libro de los abrazos"
Eduardo Galeano
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