Laura Gorre

06 octubre, 2011

Tengo ojos. Y como ojos, ven. Y son mirados.
Mis ojos son dos agujeros profundos de marrón chocolate 75% cacao puro. De ese chocolate que llega a ser amargo.

Los paseo a menudo, son dos joyitas dulces que necesitan aire fresco y dotes de inspiración cada tres minutos.

También saltan, de unos ojos a otros; admirando o ejerciendo su personalidad crítica.
Son como agujeros negros que absorben información automáticamente; ¡cómo si hubieran sido creados para ello!
Imagino que todos los ojos lo hacen, sin embargo los míos tienen una necesidad, latente e imperiosa y en ocasiones inquietante, que a veces me produce jaquecas.

Cerrarlos y empaparme de negro, negro, me descansa.
Cerrarlos y olvidar que otros ojos pueden estar escrutándome…


La vida son dos días, igual que el número de ojos que tenemos.
¡Quedarme ciega seria mi ruina!

Por eso yo los cuido, los mimo, los educo, los saco a pasear… y los corrijo, cuando empiezan a portarse mal bajo suavemente mis párpados tapando esos oscuros túneles que no saben mentir.

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