El sol pesa sobre tu piel,
abrasa tu piel.
Se eriza y la ligera brisa de verano que llega con el vuelo de pájaros anónimos la roza suavemente.
Notas que el calor se extiende sin remedio y gotas de sudor aparecen en tu frente.
Huele a verano y sonríes. No tienes los ojos abiertos pero no ves negro.
El rojo anaranjado de los rayos atraviesan los párpados y te hacen partícipe de la alta temperatura que hay en el tejado.
Los ladrillos arden y retiras los pies encima de la toalla.
Realmente es una incómoda posición, pero ¿qué comparable a quemarse relajadamente en la intimidad de un escondite compartido?
No hay comentarios:
Publicar un comentario